Jeremias 8:20

¡Sin esperanza, sin esperanza! Esa fue la carga peculiar de Jeremías, esa fue la visión que se le impuso, el mensaje que se vio obligado a entregar, mientras que el pueblo y sus líderes tenían la seguridad de que todo iba bien, de que se estaba llevando a cabo una obra que aseguraría la salvación. .

I. Pocas cosas son más desagradables y dolorosas que sentir que te incumbe decirle a alguien por quien tienes sentimientos de amistad y afecto, lo que está calculado para humedecer y descorazonar; estropear los sueños de los que sueñan gratamente, deliciosamente; destruir o perturbar esperanzas entrañables: que sentir que te incumbe, en lugar de simpatizar con la alegría de esas esperanzas como te gustaría, si fuera posible sacudir la cabeza y contradecirlas.

Por más reconfortante y confortable que sea el sueño, el durmiente, en su propio interés, debe, si es posible, ser despertado, ya que el sueño lo está engañando quizás hacia caminos que no son correctos, y lo está deformando y perjudicando para lo que está a la mano. .

II. ¿Por cuántos el grito de Jeremías ha sido respirado por dentro, con dolor y amargura, concerniente a ellos mismos, mientras han estado contemplando lo que tienen y lo que son, después de temporadas en su historia temporadas que habían envuelto una oportunidad de oro, o brillaban con promesas? . ¿Quién hay más allá de los límites de la juventud, que no haya tenido sus temporadas de promesa, que lo hayan dejado suspirando con tristeza por las esperanzas rotas? Infinito a este respecto es el patetismo de la vida humana, que clama en silencio por la infinita piedad de Dios.

Y, sin embargo, ¿no podemos creer, no sentimos para nuestro consuelo, que al menos siempre se ha cosechado algo? cosechado para sembrar, aunque con lágrimas, en los campos más allá; es más, que incluso en el sentido más humilde y arrepentido de la deficiencia, que parece tal vez casi todo lo que se ha ganado, nos llevaremos de aquí una semilla recolectada, para que sea por fruto, quizás por el fruto que hasta ahora hemos obtenido. fallado, detrás del velo.

SA Tipple, Sunday Mornings at Upper Norwood, pág. 39.

Referencias: Jeremias 8:20 . Spurgeon, Sermons, vol. xxvi., nº 1562; Ibíd., Evening by Evening, pág. 368; AF Barfield, Christian World Pulpit, vol. iv., pág. 363; RL Browne, Sussex Sermons, pág. 113; R. Storrs, Homiletic Magazine, vol. ix., pág. 315.

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