Jueces 13:16

I. Primero debemos preguntarnos qué principios, con respecto a la forma en que Dios obra la liberación del hombre, enseñó Sansón. (1) El primer principio impreso en la mente de sus contemporáneos debe haber sido que, "en un estado de depresión universal, todo debe depender en última instancia de la fuerza indomable que se despierta en los individuos". Sansón estaba calificado por sus dones naturales para estar solo, animar a la gente y darles pensamientos más valientes y esperanzados.

Su nombre, Sansón, no se refiere a su fuerza sino a su temperamento. Significa "soleado". (2) Un segundo principio ilustrado por la vida de Sansón es que Dios a menudo tiene que liberar a su pueblo a pesar de ellos mismos. Esto quedó grabado en la mente de todas las personas observantes por el hecho de que los israelitas, en lugar de acudir en masa al estandarte de Sansón y secundar su esfuerzo por deshacerse del yugo filisteo, lo ataron y lo entregaron en manos de los filisteos.

No darían un golpe en defensa de su propia libertad, mucho menos en defensa de su propio campeón. (3) Un tercer principio ilustrado por la carrera de Sansón es que las mayores liberaciones se obtienen mediante el autosacrificio; "Los muertos que mató Sansón a su muerte fueron más que los que mató en su vida".

II. Otra pregunta importante es: ¿Qué fue lo que constituyó la fuerza de Sansón? (1) Su fuerza no era la fuerza física natural que acompaña a una estructura poderosa y un músculo bien desarrollado. (2) Tampoco su fuerza o éxito consistió en su habilidad en el uso de sus armas o en la elección de las armas más efectivas. (3) La fuerza de Sansón requerida para ser sostenida por los medios de vida ordinarios.

(4) La fuerza de Sansón permaneció con él mientras fue fiel a su voto nazareo, y partió tan pronto como, por causa de una lujuria carnal, se apartó de ese voto y se puso en poder de Dalila y de los enemigos de el Dios de Israel. (5) Dios regresó a Sansón y le devolvió sus fuerzas. No hay mejor ejemplo del uso que Dios puede hacer de los restos de una vida mal gastada.

M. Dods, Israel's Iron Age, pág. 119.

Referencia: Jueces 13:8 . H. Hopwood, Sermones para domingos, festivales y ayunos, primera serie, pág. 128.

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