Mateo 15:7

Estas palabras nos llaman a considerar tres puntos, el primero de los cuales es la importancia de hablar con claridad sobre todas las cuestiones que afectan los intereses de la verdad. Jesucristo fue preeminentemente un orador sencillo. No redondeó sus oraciones con el propósito de allanar su camino. Cuando tuvo ocasión de reprender o de señalar los errores de los que lo rodeaban, habló aguda e incisivamente, con un efecto poderoso en la mente y la conciencia de quienes lo escuchaban.

En el texto, llama hipócritas a ciertas personas. Él no dice a sus espaldas que eran hipócritas, sino que los miró directamente a través de ellos y dijo: "Hipócritas". Si tuviéramos un lenguaje más sencillo, sería una ventaja para todos nosotros.

I. Se requieren dos cosas en el hablante sencillo. (1) Rectitud personal. "El que esté sin pecado, que arroje la primera piedra". (2) Audacia moral. Nuestro coraje no siempre está a la altura de nuestras convicciones. Conocemos el derecho y, sin embargo, no nos atrevemos a perseguirlo. La palabra correcta se sugiere a nuestros labios, y nuestros labios no se atreven a pronunciarla.

II. El segundo punto sobre el que el texto llama nuestra atención es el espíritu de profecía con visión de futuro. Jesucristo dijo a los hombres de su época: "Isaías profetizó de vosotros". Observa la unidad del mundo moral; observar la inmutabilidad de las leyes de Dios; ver cómo lo correcto es siempre correcto y lo incorrecto siempre incorrecto; cómo los siglos no hacen ninguna diferencia en la calidad de la justicia y no logran mejorar la deformidad del mal.

III. El tercer punto al que se nos llama con estas palabras es la alta autoridad del censor justo. Cuando Jesucristo habló en este caso, no habló del todo en Su propio nombre. Usó el nombre de Esaías. Todo el tiempo está del lado del justo; toda la historia pone las armas en manos del hombre que quiere ser valiente por la verdad. Cuando pronuncias una palabra correcta, los profetas hablan a través de ti, los apóstoles prolongan la tensión y los grandes mártires la sellan con su sangre.

Parker, City Temple, 1871, pág. 305.

Referencias: Mateo 15:8 ; Mateo 15:9 . HW Beecher, Christian World Pulpit, vol. xix., pág. 72. Mateo 15:9 . WH Murray, Los frutos del Espíritu, págs. 212, 235. Mateo 15:12 . J. Keble, Sermones en varias ocasiones, pág. 312.

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