Mateo 27:40

Primera oración al crucificado.

I. Piense en el discurso hablado por los que pasaban. Su frase completa fue: "Si eres Hijo de Dios, desciende de la cruz". No fue fácil para estos hombres creer que Cristo era el Hijo de Dios. Cuando estuvieron en Su congregación vieron que, efectivamente, Él era un hombre. El pie de un hombre destellaba esa huella húmeda en la arena; la voz de un hombre vivía en sus labios; fue la lágrima de un hombre lo que vieron brillar.

Ahora, señalando lo que estaba en la cruz, cualesquiera que fueran las palabras que pronunciaron, el lenguaje de su espíritu fue: "¡Miren eso! ¿Está la Deidad bajo ese velo de horror? ¿Es probable?" "Baja de la cruz", gritaron, y en ese grito lo desafiaron a que bajara.

II. Piense en este desafío como lo expresaron los líderes del pueblo. Es evidente que sus mentes no estaban tranquilas. Surgirían las preguntas mentales: "¿Hemos ido demasiado lejos? ¿Es posible que hayamos cometido un tremendo error? ¿Y si, después de todo, este fuera el Cristo de Dios, el Rey de Israel?" Para acallar sus dudas, para mantener su valor, se reunieron en una estrecha conferencia y se hablaron entre sí en respuesta a un lenguaje tácito de horribles recelos y conjeturas. "¿Es ése el Salvador? ¡Él no puede salvarse a Sí mismo que el Rey! Ni siquiera es Rey sobre esa cruz".

III. Piense en el grito pronunciado por los soldados. Para ellos, la palabra "Cristo" era jerga; la palabra "Israel" no tenía significado; pero la palabra "Rey" los despertó a un juego rudo y terrible. Para ellos era raro hacer creer que era un día de coronación, y terriblemente ridículo hablar de un rey coronado de espinas y clavado en su trono; y, por tanto, se pusieron al día con las bromas y se unieron al coro de la infamia.

IV. Piense en este grito como uno de los malhechores, si no ambos. Al menos es seguro que uno de los moribundos atacó con el cruel grito. Una tormenta de voces hizo sonar la llamada: "Desciende de la cruz". La única respuesta a esta exasperante demanda fue un expresivo silencio real. (1) Fue el silencio del poder; (2) el silencio de la intensidad en la resistencia a la tentación; (3) Se quedó callado porque era una imposibilidad moral que hubiera bajado de la cruz; (4) era el silencio de Aquel que estaba haciendo una gran obra y que no se detenía a responder palabras triviales al respecto.

C. Stanford, Voces from Calvary, pág. 93.

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