Proverbios 9:1

Si la Sabiduría de la que habló Salomón no es otra que Cristo, la casa de la Sabiduría debe ser la casa espiritual en la que Cristo edifica Su Iglesia. Esta casa se describe como fuerte y estable. La sabiduría ha labrado sus siete columnas. Siete es el número que se usa constantemente en la Biblia para tipificar la perfección o lo completo: y el significado es que el edificio descansa sobre tantos y tan fuertes pilares que, una vez erigido, nunca caerá.

I. El primer pilar es el de la Fe, que descansa más directamente sobre el fundamento de toda esa Roca que es Cristo.

II. El segundo pilar es el de la esperanza. La desesperación es un elemento mortal en la casa espiritual. No hay mayor traidor en nuestro campamento que el que grita: "Todo está perdido".

III. La columna del Amor une todo el edificio, "el vínculo mismo de la paz y de todas las virtudes". Si la fe es la piedra fundamental sobre la que descansa el edificio, y la esperanza la torre altísima que apunta al cielo, el amor es el pórtico por el que todos deben entrar, y sin el cual son intrusos, que han subido por algún otro camino.

IV. Ahí está el pilar de la discreción: el espíritu que sabe qué decir y qué no decir, qué hacer y qué dejar sin hacer. A menudo estamos desacreditados con el mundo porque carecemos de este pilar en nuestro edificio.

V. Allí está la columna del Sacrificio. No hay lugar para drones en la colmena, no hay lugar en la casa para aquellos que no han ayudado a construirla, o no están ayudando a que sirva para el propósito para el que fue construida.

VI. Allí está el pilar de la Verdad. Como una cuestión de éxito eventual, no menos que del deber cristiano, debemos renunciar a las cosas ocultas de la deshonestidad, no andar con astucia, ni manipular la palabra de Dios con engaño, sino mediante la manifestación de la verdad recomendándonos a la conciencia de todo hombre en el vista de Dios.

VII. El último pilar es el de la Memoria. La Iglesia no solo está edificada sobre el fundamento de los Apóstoles y Profetas, sino que también estamos rodeados por una gran nube de testigos, de todas las naciones y linajes y pueblos y lenguas, una multitud que nadie puede contar, que forman la línea ininterrumpida de nuestro ascendencia espiritual. No debemos aislarnos de ellos. Los recuerdos del pasado pertenecen a la Iglesia, tanto como las esperanzas del futuro.

A. Blomfield, Sermones en la ciudad y el campo, p. 260.

Referencias: Proverbios 9:1 . Revista del clérigo, vol. xxii., pág. 80; C. Kingsley, Disciplina y otros sermones, pág. 11; Outline Sermons to Children, pág. 70.

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