Salmo 119:129

I. Considere, primero, cómo se calcula la maravilla de la palabra de Dios para producir su observancia. La mente humana posee ciertas facultades y está sujeta a ciertas sensaciones. En medio de estas sensaciones es muy prominente ese sentimiento de sorpresa que se apodera de nosotros ante lo inesperado, o sobrepasa todas nuestras concepciones, o se extiende más allá del alcance de nuestro entendimiento. Ésta es la facultad de maravillarse.

Tenemos ante nosotros muchos casos de asombro actuando sobre el alma y obligándola a obedecer. La mente se conmueve más por las palabras de alguien a quien no hemos visto, y a quien imaginamos vagamente, a menudo rebelde, que por las palabras de alguien de quien sentimos que sabemos todo acerca de él. Y podemos transferir fácilmente nuestro argumento a la instancia de Dios y la revelación. Si Dios fuera un ser a quien sentimos que podemos medir, si no hubiera nada que desconcierta nuestras preguntas más profundas, nada que asombrar, postrar, abrumar, es posible que no tengamos que enfrentarnos a la broma del burlador o la burla del infiel. ; pero tampoco, por otro lado, deberíamos encontrar espíritus arrebatados de la tierra y de las cosas terrenales y que aman construir sus hogares en la palabra del Señor. La maravilla de la ley constituye su esclavitud sobre el espíritu.

II. De la doctrina anterior se derivan varias lecciones prácticas importantes. (1) Es cierto que la maravilla está íntimamente relacionada con la reverencia, que, en resumen, lo maravilloso ejerce en la religión, como en otras cosas, un gran poder sobre el alma del hombre, entonces dejaremos de sorprendernos de que el Todopoderoso no ha hablado con más claridad. (2) Los estatutos que deben cumplirse no deben ser una teoría de la razón, sino de asombro; deben proporcionar alimento para la imaginación y ejercicio para el entendimiento.

(3) También hay una aplicación del texto al tema del culto público. Debes tener también en tu ceremonial religioso algo que atraiga tanto a la imaginación como a la razón, de lo contrario pronto tendrás frialdad e indiferencia.

Obispo Woodford, Occasional Sermons, vol. i., pág. 258.

Referencia: Salmo 119:129 . G. Brooks, Outlines of Sermons, pág. 200.

Continúa después de la publicidad
Continúa después de la publicidad