Salmo 37:4

"Fui joven y ahora soy viejo", dice el escritor de este Salmo. Todo su tono habla de la sabiduría madura y la calma otoñal de la edad. Los ojos apagados han visto y sobrevivido a tantas cosas, que no parece que valga la pena preocuparse por lo que acaba tan pronto. Las cláusulas del texto contienen los elementos que aseguran la paz incluso en tormentas y problemas. Si los consideramos detenidamente, veremos que hay un progreso bien marcado en ellos.

I. Aquí está el secreto de la tranquilidad en la libertad de los ansiosos deseos terrenales. “Deléitate”, etc. Un deseo no cumplido es suficiente para desterrar la tranquilidad; pero, ¿cómo puede sobrevivir a una docena de caminos diferentes? Los deseos desenfrenados y ansiosos destruyen la tranquilidad al ponernos a merced de lo externo. El descanso viene con el deleite en Dios (1) porque esa alma debe estar en calma que se libera de la distracción de varios deseos por la atracción principal; (2) porque en tal caso el deseo y la fruición van de la mano; (3) el deseo de Dios traerá paz al poner todas las cosas en su lugar correcto.

II. El secreto de la tranquilidad se encuentra en la libertad de la perplejidad de elegir nuestro camino. "Encomienda tu camino al Señor", o, como dice el margen, hazlo rodar sobre Dios. (1) Esta es una palabra para toda la vida, no solo para sus grandes ocasiones. (2) Prescribe la subordinación, no la extinción de nuestras propias inclinaciones. (3) Prescribe la sumisión de nuestro juicio a Dios, con la confianza de que Su sabiduría nos guiará. Estas dos llaves, gozo en Dios y confianza en su guía, nos abren las puertas dobles del lugar secreto del Altísimo.

III. El secreto de la tranquilidad se encuentra en la libertad de la ansiedad de un futuro desconocido. "Descansa en el Señor y espéralo con paciencia". Estamos seguros de que en el futuro hay pérdidas, dolores y muerte. Gracias a Dios, también estamos seguros de que Él está en eso. Esa sola certeza y lo que de ella proviene hace posible que un hombre reflexivo se enfrente al mañana sin miedo ni tumulto.

A. Maclaren, Sermones predicados en Manchester, segunda serie, pág. 245.

Referencia: Salmo 37:5 . JE Vaux, Sermon Notes, primera serie, p. 18.

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