Salmo 89:47

I. La tentación de creer que el hombre se hizo en vano. Todo reprende la vanidad en el hombre, ya que él mismo, así como el mundo, es vanidoso. La idea de que el hombre está hecho en vano se convierte en propiedad común, no en absoluto por la igualdad de la experiencia, sino por el sentimiento universal de que, cualquiera que sea la experiencia, deja al hombre infinitamente alejado de sus deseos. Este pensamiento se nos imprime dolorosamente cuando examinamos esa amplia gama de personajes a los que podemos dar la denominación de vidas desperdiciadas.

II. Note la estructura de la pregunta: "¿Por qué has hecho en vano a todos los hombres?" ¿Es posible reconciliar la vanidad del hombre con la grandeza de Dios? (1) Creo que no tienes una consideración principal de tu propio poder. El poder es solo uno de Tus atributos. ¿Puedes divertirte con tu poder? ¿Puedes crear la belleza simplemente para estropearla? (2) Creo que no ignoras los deseos de tus criaturas, aunque parezcan burlarse de ellos.

Es una persecución eterna; nunca nos damos cuenta. "¿Por qué has hizo todos los hombres en vano?" (3) Creo que Tú mismo eres un Ser puro. Por tanto, no puedes complacerte sólo en contemplar la evanescencia y la decadencia. "¿Por qué has hizo a todos los hombres en vano?" Estos son los soliloquios y gritos de nuestra naturaleza; y la respuesta apropiada para todo es: El hombre no fue hecho en vano. Hay algo en él que Dios no considera vanidad. Toda nuestra educación aquí es para llevarnos a la seguridad de que "El que nos hizo con un discurso tan amplio, mirando antes y después", no podría habernos hecho en vano.

III. "Mis tiempos están en tu mano". El verdadero camino de Dios se compone de todos los caminos de nuestra vida. La mano de Jesús es la mano que gobierna nuestro tiempo. Él regula nuestro reloj de vida. Cristo es para nosotros y Cristo está en nosotros. Mi vida no puede ser más en vano de lo que fue en vano la vida de mi Salvador.

IV. Esta verdad comprendida y sostenida correctamente, nunca pensaremos que sea posible que pueda quedar insatisfecha una vida que no se arroje por su propia perversidad voluntaria.

E. Paxton Hood, Dichos oscuros en un arpa, pág. 21.

Referencias: Salmo 89:47 . Revista homilética, vol. ix, pág. 321; J. Martineau, Horas de pensamiento, vol. i., pág. 203; G. Brooks, Outlines of Sermons, pág. 21.

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