LA COMUNIDAD DE LOS SABIOS

"Bienaventurados tus hombres, dichosos estos tus siervos, que están continuamente delante de ti, y que oyen tu sabiduría".

1 Reyes 10:8

La reina de Saba era más que una admiradora de la sabiduría, ella misma era sabia. Es mérito de ella que el informe de la magnificencia y la sabiduría de Salomón la indujera a acudir a su corte, contemplar su gloria y escuchar su discurso. Y en este juicio que dictó sobre la corte de Salomón, se contiene una lección de la más profunda sabiduría.

I. Es una ley general de la naturaleza humana que los hombres están influenciados por sus asociaciones constantes. —Las Escrituras abundan en declaraciones de este principio: - "El que anda con sabios será sabio, pero el compañero de necios será destruido". De ahí la importancia especialmente en la juventud de formar compañerismos y asociaciones de carácter rentable y elevador.

II. De ahí el privilegio de la comunión habitual con los sabios y los buenos. —Esto se desprende ciertamente de la ley general. Los que escucharon las sagaces máximas, los consejos prudentes y las declaraciones judiciales de Salomón, no podían dejar de quedar impresionados por lo que oían y, si estaban dispuestos a lucrar, no podían dejar de cosechar alguna rica ventaja.

III. El principio es uno que es prácticamente aplicable a la vida religiosa. —La existencia y la influencia de la Iglesia de Cristo se explican por esta ley divina de la sociedad humana. Pero podemos ir más lejos incluso que esto. Donde se conoce a Cristo, se puede decir, ¡aquí hay uno más grande que Salomón! Escuchar las palabras de Cristo, meditar en las obras y sufrimientos de Cristo, estar continuamente en Su sociedad espiritual, es un medio para asegurar la sabiduría, la felicidad y la vida.

Ilustración

'Es un privilegio estar entre los amigos de cualquier hombre bueno y sabio. Hay personas a cuyos compañeros cercanos podemos envidiar casi con justicia. Viven cerca de los buenos, los grandes, los sabios. Escuchan sus palabras, ven su vida, tienen su amistad. Podemos pensar en los discípulos de Jesús que tuvieron el privilegio de estar con Él continuamente, escuchando las maravillosas palabras que salían de Sus labios, viendo la dulzura, mansedumbre, pureza y santidad de Su vida y presenciando las maravillosas obras que Él hizo.

¡Qué privilegio fue el de San Juan, apoyado en el pecho de Jesús, y el de María, sentado en un taburete bajo a Sus pies, escuchando Sus enseñanzas! Es un privilegio ser miembro de la familia de un buen hombre, viviendo en medio del refinamiento y la cultura. Es un privilegio mucho mayor ser cristiano, miembro de la familia del Padre celestial. "Uno más grande que Salomón está aquí". '

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