Bienaventurados tus hombres, dichosos estos tus siervos, que están continuamente delante de ti y escuchan tu sabiduría”.

Ella declaró que su sabiduría era tal que todos los que lo servían deberían considerarse afortunados. ¡Cuánto debió deleitar el corazón de Salomón esta gloriosa alabanza! Y lo peligroso que era para él. No es de extrañar que comenzara a creer que podía hacer todo lo que quisiera con impunidad. Se veía a sí mismo como el centro de su mundo y más allá de requerir consejo o reprimenda.

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