CONCIENCIA DESPERTADA

'Y se dijeron unos a otros: En verdad somos culpables por nuestro hermano', etc.

Génesis 42:21

I. Los hermanos de José no habían sido colocados en ninguna circunstancia especial de prueba desde la pérdida de José; en consecuencia, su pecado se había quedado dormido. No había nada que lo llamara a la luz; casi lo habían olvidado; su atrocidad se había oscurecido en la distancia. Pero ahora estaban en problemas y no pudieron evitar ver la mano de Dios en ese problema. Su instinto espiritual les dijo que su problema no brotaba de la tierra; se había plantado allí, tenía una raíz. Su pecado los había descubierto al fin, y su propia adversidad provocó esa contrición por su ofensa que su propio odio debería haber sido suficiente para producir.

II. Vemos en esta historia que los hombres pueden cometer pecados y pueden olvidarlos; y, sin embargo, los pecados pueden quedar registrados y algún día resurgir con una vitalidad espantosa. Los hombres pronto enterrarán sus propios pecados, si se los deja a sí mismos; pero es como enterrar una semilla, que parece morir y ser olvidada, y sin embargo se levanta de nuevo y quizás se convierte en un gran árbol.

III. La voz de la conciencia es una voz buena, una voz sana, sí, la misma voz de Dios para nuestras almas, y una que debemos recibir si la escuchamos en el momento adecuado. La conciencia de la culpa es una cosa bendita, si tan sólo llega en el momento adecuado, y cuando hay oportunidad de producir frutos dignos de arrepentimiento. ¡Bien para nosotros si nuestra estimación de nuestra condición es la misma, al menos en sus características principales, que la estimación que Dios ha hecho, y que producirá el último día!

—Obispo Harvey Goodwin.

Ilustración

El pecado de los hermanos los encontró en la miseria, en la vergüenza, en el remordimiento, en la degradación. Esos sueños de su hermano se hicieron literalmente realidad; podrían castigarlo, pero no pudieron derrotar su realización. Nunca nos disculpemos por pecados cometidos hace mucho tiempo, o cometidos por ignorancia o pasión. Seamos indulgentes con los demás, pero severos con nosotros mismos ”.

Dean Vaughan.

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