'EL DOBLE MANDAMIENTO

¿Cuál es el primer mandamiento de todos? ... Amarás al Señor tu Dios ... Amarás a tu prójimo como a ti mismo '.

Marco 12:28

Tenemos en estas palabras una instancia maestra de interpretación y cumplimiento. Nuestro Señor toma prestado, y se hace hincapié en el hecho de que toma prestado de las Escrituras Antiguas, porque no ha venido para destruir sino para cumplir.

I. El mandato, aunque antiguo, es todavía nuevo: nuevo por su nueva proporción y énfasis, y por el desenredo de muchas otras cosas que eran temporales y parciales. Es apto para ser usado en una condición de cosas sobre las cuales está escrito en grande que es nuevo: un nuevo pacto, que hace todas las cosas nuevas, para una nueva Jerusalén, en la que cada ciudadano debe ser un hombre nuevo.

II. El doble mandamiento es definitivo; no hay progreso espiritual ni moral más allá de él. La primera mitad recoge de forma sencilla pero colosal todos esos instintos espirituales que vemos como parte tan verdadera de la experiencia: los concentra en una sola fe. Esa fe es bastante simple para cada hijo del hombre; sin embargo, no pone ninguna restricción al pensamiento cuestionador del hombre más que esta, si es una restricción, que la incapacidad de su propia facultad finita para concebir un Absoluto de otra manera que por la negación de todos los atributos, no le impedirá reconocer en el Ser último la fuente de aquellas cosas de Vida, Verdad, Bondad, Belleza, Amor, que son para él las mayores realidades de la experiencia.

III. Pero contiene en su interior espacio e impulso para todo lo que el poder más puro, más grande y más profundo del hombre puede hacer para obtener pensamientos más profundos, más amplios y puros de Dios: y para todos los desarrollos ilimitados que la filantropía, el compañerismo y la espiritualización de la sociedad. Los moldes y motivos pueden hacer para elaborar en forma organizada los principios del amor fraterno y del prójimo fundados en, junto con, explicados por, la relación común de todos por igual con un Dios que reclama Amor, enseña Amor y es Amor.

IV. El doble deber — Mientras tanto, para nosotros aquí en los dos grandes mandamientos está el alto y doble deber, que se basa en una profunda y doble verdad.

( a ) Primero, ejercitémonos en la piedad: consideremos esa vida como aburrida y mutilada que al menos no se esfuerza por tener alguna comunión, espíritu con Espíritu, con Aquel que por medio de Jesús nos ha enseñado para que Él sea amado.

( b ) Y luego recordemos que tanto para aquellos que se elevan como para aquellos que apenas pueden levantar los ojos, hay lugar, gracias a Él, por todo lo que podemos reunir, y Él puede conceder, de los dos aspectos. amor que Él encomienda, en la tarea hasta ahora, tan tremendamente lejos, de la realización, de hacer la vida humana común más digna tanto de Dios como de los hombres. Esa es la tarea a la que las voces claman en nuestros días con singular insistencia.

—Obispo ES Talbot.

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