Salmo 3:1-8

1 Salmo de David compuesto cuando huía de su hijo Absalón. ¡Oh SEÑOR, cuánto se han multiplicado mis enemigos! Muchos son los que se levantan contra mí.

2 Muchos dicen acerca de mí: “¡Dios no lo librará!”. Selah

3 Pero tú, oh SEÑOR, eres escudo alrededor de mí; eres mi gloria y el que levanta mi cabeza. 4 Con mi voz clamé al SEÑOR, y él me respondió desde su santo monte. Selah

4

5 Yo me acosté y dormí. Desperté, porque el SEÑOR me sostuvo.

6 No temeré a las decenas de millares del pueblo que han puesto sitio contra mí.

7 ¡Levántate, oh SEÑOR! ¡Sálvame, Dios mío! Porque a todos mis enemigos has golpeado en la mejilla, y has quebrantado los dientes de los impíos.

8 Del SEÑOR viene la salvación. ¡Sobre tu pueblo sea tu bendición! Selah

Salmo 3:4 . Selah. Esta palabra, como todos parecen estar de acuerdo, se refiere únicamente al canto y la música, para adaptar mejor los cambios de aires a los sentimientos del salmo; y sin embargo, el sentido se da con mucha diversidad. El caldeo, y Jerónimo después de ellos, lo hacen semper, siempre repiten. La LXX dice διαψαλμα diapsalma, que cambia nuestro léxico, un cambio de las partes en el canto, o designando un cambio de la métrica, o cantando por turnos.

Otros piensan que significa una pausa; pero como siempre está al final de alguna oración enfática, también se entiende que significa una repetición. La repetición de Selah en el último verso parece dejar la idea de encore más allá de toda duda.

Salmo 3:6 . No temeré a diez mil personas. Aunque David huyó al Jordán para reunir su ejército y evitar sorpresas; sin embargo, no temió a los treinta o cuarenta mil que se rebelaron. Su piedad y prudencia brillaron con gran esplendor a lo largo de toda esta revuelta. Ver en 2Sa_15: -19.

Salmo 3:7 . El pómulo. Los romanos lucharon con espadas cortas y gruesas; y César solía pedir a las legiones que apuntaran a los rostros de sus enemigos.

REFLEXIONES.

David, durante toda esta rebelión de Absalón, habiendo actuado con prudencia y la mayor presencia de ánimo, llevó todos sus problemas al Señor. En consejo y mando, actuó con mucha cautela, pero hizo de Dios su único escudo de defensa.

Recibió tal luz y gozo del cielo que le permitieron acostarse y dormir seguro. Aquí el poder de la religión influye en el alma, que en vano imitan todos los encantos del bien terrenal.

David dio la gloria a Dios, después de que los rebeldes fueron derrotados, con tanto fervor como se había dirigido a su trono por la salvación y la liberación. ¡Qué modelo para los cristianos en tiempos de angustia! Paguemos nuestros votos al Señor.

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