Y el profeta tomó el cadáver del varón de Dios, lo puso sobre el asno y lo trajo; y el profeta anciano vino a la ciudad para llorarlo y enterrarlo.

Ver. 29. Y el profeta tomó el cadáver. ] Lo cual el león, Belike, le dejó, y se fue.

Y lo puso sobre el asno. ] Que se mantuvo vivo para tal propósito.

Y el viejo profeta vino a la ciudad a llorar. ] Como buena causa la tuvo, no más por el hombre de Dios, que era Dei frumentum leonis dentibus commolitum, como decía Ignacio de sí mismo a su muerte, que por él mismo, que lo había seducido a tan intempestivo final.

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