No subirás por gradas a mi altar, para que tu desnudez no se descubra en él.

Ver. 26. Esa tu desnudez. ] Nos sonrojamos cuando nos llevan desnudos, como si la sangre se derramara para cubrirnos. ¡Qué bestias, pues, esos sacerdotes de Príapo, y esos viles bacanalistas, que corrían desnudos de arriba a abajo!

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