Hijo mío, atiende a mis palabras; inclina tu oído a mis dichos.

Ver. 20. Hijo mío, atiende a mis palabras. ] Aún así llama la atención, como si supiera de nuestra torpeza y veleidad. Le fue al profeta Zacarías como a una persona somnolienta que, aunque despierta y se pone a trabajar, está lista para dormir. Zacarías 4: 1 A muchos de nosotros nos va como a los niños pequeños, quienes, aunque están diciendo sus lecciones, deben mirar hacia afuera para ver la pluma que pasa volando a su lado.

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