11-18 Cuánta culpa y corrupción hay en nosotros, acerca de la cual podemos decir: ¡Es la iniquidad que nuestro propio corazón conoce; somos conscientes de ello! Aquellos que no restringen los pecados de otros, cuando tienen el poder para hacerlo, se convierten en partícipes de la culpa y se les acusará de unirse a ella. En su notable respuesta a esta sentencia terrible, Elí reconoció que el Señor tenía el derecho de hacer lo que considerara bueno, confiado en que no haría nada incorrecto. La mansedumbre, paciencia y humildad contenidas en esas palabras demuestran que realmente se arrepintió; aceptó el castigo por su pecado.

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