1-7 Ninguna criatura que tuviera algún defecto debía ser ofrecida en sacrificio a Dios. De esta manera, se nos llama a recordar el sacrificio perfecto, puro e inmaculado de Cristo, y se nos recuerda que debemos servir a Dios con lo mejor de nuestras capacidades, tiempo y posesiones, o nuestra pretendida obediencia le será odiosa. A los idólatras judíos se les infligía un castigo tan grande como la muerte, y una muerte tan notable como la lapidación. Que todos los que en nuestros días erigen ídolos en sus corazones recuerden cómo Dios castigó este crimen en Israel.

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