1-4 Observa el orden de la Providencia: justo en el momento en que la crueldad de Faraón alcanzaba su punto máximo al ordenar que se ahogaran a los niños hebreos, nació el libertador. Cuando los hombres están tramando la ruina de la iglesia, Dios está preparando su salvación. Los padres de Moisés vieron que era un niño hermoso. Una fe viva puede encontrar aliento en el más mínimo indicio del favor divino. Se dice en Hebreos 11:23, que los padres de Moisés lo escondieron por fe; tenían la promesa de que Israel sería preservado, en la cual confiaron. La fe en la promesa de Dios nos impulsa a usar medios legítimos para obtener misericordia. El deber es nuestro, los eventos son de Dios. La fe en Dios nos elevará por encima del temor al hombre. Al cabo de tres meses, cuando ya no pudieron ocultar al niño, lo colocaron en un arca de juncos a la orilla del río y pusieron a su hermana para que lo vigilara. Y si el afecto débil de una madre era tan cuidadoso, ¿qué diremos de Aquel cuyo amor y compasión son, como Él mismo, infinitos? Moisés nunca estuvo más protegido que ahora, cuando yacía solo, un bebé indefenso en las olas, ni siquiera cuando todos los israelitas estaban alrededor de su tienda en el desierto. Ninguna agua, ningún egipcio puede hacerle daño. Cuando parecemos más desatendidos y abandonados, Dios está más presente con nosotros.

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