1-8 Los judíos se valoraron a sí mismos al descender de Jacob, y usaron el nombre de Jehová como su Dios. Se enorgullecían de respetar a Jerusalén y al templo, pero no había santidad en sus vidas. Si no somos sinceros en religión, lo hacemos pero tomamos el nombre del Señor en vano. Por profecía se les mostró cómo Dios trataría con ellos, mucho antes de que sucediera. Dios ha dicho y hecho lo suficiente para evitar que los hombres se jacten de sí mismos, lo que empeora el pecado y la ruina del orgulloso; tarde o temprano, toda boca se detendrá, y todos callarán delante de Él. Todos nacemos hijos de desobediencia. Donde está el pecado original, seguirá el pecado real. ¿No es la conciencia de todo hombre testigo de la verdad de las Escrituras? Que el Señor nos pruebe y nos haga hacedores de la palabra.

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