17-22 El pueblo de Dios expresa una profunda preocupación por las ruinas del templo, más que por cualquier otra de sus calamidades. Pero cualesquiera que sean los cambios que haya en la tierra, Dios sigue siendo el mismo, y permanece para siempre sabio y santo, justo y bueno; con Él no hay variación ni sombra de giro. Oran fervientemente a Dios por misericordia y gracia; Conviértenos en ti, Señor. Dios nunca deja ninguno hasta que lo dejan primero; si se los entrega a él en una forma de deber, sin duda volverá rápidamente a ellos en forma de misericordia. Si Dios por su gracia renueva nuestros corazones, él por su favor renovará nuestros días. Los problemas pueden hacer que nuestros corazones se desmayen y nuestros ojos se vuelvan débiles, pero el camino hacia el propiciatorio de nuestro Dios reconciliado está abierto. Pongamos, en todas nuestras pruebas, toda nuestra confianza en su misericordia; confesemos nuestros pecados y derramemos nuestros corazones ante él. Miremos contra las repulsiones y el desaliento; porque seguramente sabemos que al final estará bien con toda la confianza, el temor, el amor y el servicio al Señor. ¿No son los juicios del Señor en la tierra los mismos que en los días de Jeremías? Que Zion sea recordado por nosotros en nuestras oraciones, y que se busque su bienestar por encima de toda alegría terrenal. Perdón, Señor, perdona a tu pueblo, y no le reproches a tu herencia, para que los paganos los gobiernen.

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