1-9 Nos escandaliza la crueldad antinatural de los antiguos idólatras al sacrificar a sus hijos? Con razón. Pero ¿no hay muchos padres que, por la mala enseñanza y los malos ejemplos, y por los misterios de iniquidad que muestran a sus hijos, los entregan al servicio de Satanás, y adelantan su ruina eterna, de una manera aún más lamentable? ¡Qué cuentas deben rendir a Dios tales padres, y qué encuentro tendrán con sus hijos en el día del juicio! Por otra parte, que los hijos recuerden que el que maldecía al padre o a la madre era condenado a muerte. Esta ley la confirmó Cristo. Se repiten las leyes anteriores y se les añaden penas. Si los hombres no evitan las malas prácticas, porque la ley ha hecho de estas prácticas pecado, y es justo que sigamos ese principio, sin duda deberían evitarlas cuando la ley las ha hecho muerte, por un principio de autoconservación. En medio de estas leyes viene un encargo general: Santificaos, y sed santos. Es el Señor quien santifica, y su obra se hará, aunque sea difícil. Sin embargo, su gracia está tan lejos de anular nuestros esfuerzos, que los alienta fuertemente. Obrad por vuestra salvación, porque Dios es el que obra en vosotros.

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