35-43 Este pobre ciego estaba sentado al borde del camino, mendigando. No sólo era ciego, sino pobre, el emblema más adecuado del mundo de la humanidad que Cristo vino a curar y salvar. La oración de la fe, guiada por las promesas alentadoras de Cristo, y fundamentada en ellas, no será en vano. La gracia de Cristo debe ser reconocida con gratitud, para gloria de Dios. Es para la gloria de Dios si seguimos a Jesús, como lo harán aquellos cuyos ojos son abiertos. Debemos alabar a Dios por sus misericordias para con los demás, así como por las misericordias para con nosotros mismos. Si queremos entender bien estas cosas, debemos acudir a Cristo, como el ciego, suplicándole encarecidamente que nos abra los ojos y nos muestre claramente la excelencia de sus preceptos y el valor de su salvación.

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