6-9 Aquellos que no pueden hacer nada más por la paz de Jerusalén, pueden rezar por ella. Consideremos a todos los que buscan la gloria del Redentor, como nuestros hermanos y compañeros de viaje, sin considerar las diferencias que no afectan nuestro bienestar eterno. Bendito Espíritu de paz y amor, que habitó en el alma del santo Jesús, descendió a su iglesia y llenó a los que la componen con su temperamento celestial; hacer cesar las amargas disputas y hacer que seamos de una sola mente. El amor a los hermanos y el amor a Dios, debe animarnos a buscar ser como el Señor Jesús en oración ferviente y trabajo incansable, para la salvación de los hombres y la gloria divina.

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