No buscó: no se humilló ante Dios, sino que puso su confianza en la habilidad y fidelidad de sus médicos. El hacer uso de los médicos era su deber, pero el confiar en ellos, y esperar que de ellos, lo que se obtendría de Dios solamente, era su pecado y locura. Hay que recurrir a la ayuda de toda criatura, con la mirada puesta en el creador y en dependencia de él, que hace de toda criatura lo que es para nosotros, sin quien los más hábiles y fieles son médicos sin valor.

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