No buscarás su paz, es decir, no hagas contratos ni por matrimonios o leguas, ni por comercio con ellos, sino más bien mantén un ojo celoso sobre ellos, como enemigos que estarán atentos a cada oportunidad para atraparte o perturbarte. Este consejo era ahora el más necesario, porque una gran parte de los israelitas vivía más allá del Jordán en las fronteras de ese pueblo, y por lo tanto Dios levanta este muro de separación entre ellos, además de conocer el daño de los malos vecinos y la propensión de Israel a recibir la infección de ellos. A cada israelita en particular no se le prohíbe por la presente realizar ningún oficio de humanidad para ellos, pero al cuerpo de la nación se le prohíbe toda conversación familiar con ellos.

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