Subestiman tanto su liberación, que desearían haber muerto en Egipto, no, y muerto también por la mano del Señor. Es decir, por algunas de las plagas que aniquilaron a los egipcios; como si no fuera la mano del Señor, sino solo de Moisés, la que los trajo a este desierto. Es común que la gente diga de ese dolor, o enfermedad, de la que no ven una segunda causa, es lo que agrada a Dios, como si no fuera así también lo que viene de la mano del hombre, o de algún accidente visible.

No podemos suponer que tuvieran mucha abundancia en Egipto, por mucho que hablen ahora de las ollas de carne, ni podrían temer morir por miseria en el desierto mientras tenían sus rebaños y manadas con ellos; pero el descontento magnifica lo pasado y vilipendia lo presente, sin tener en cuenta la verdad o la razón. Ninguno habla más absurdamente que los murmuradores.

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