Debe haber una ofrenda de paz; se le llama el carnero de la consagración, porque había más en este, peculiar a la ocasión, que en los otros dos. En el holocausto, Dios tenía la gloria de su sacerdocio, en esto tenían el consuelo de ello. Y en señal de un pacto mutuo entre Dios y ellos, la sangre de este sacrificio fue dividida entre Dios y ellos, parte de la sangre fue rociada sobre el altar alrededor, y parte sobre ellos, sobre sus cuerpos y sobre sus vestiduras.

Así se les aplicó y aseguró el beneficio de la expiación hecha por el sacrificio, y todo su ser de pies a cabeza fue santificado para el servicio de Dios. La sangre se puso en las partes extremas del cuerpo, para indicar que todo estaba como encerrado y tomado para Dios, sin excepción de la punta de la oreja y del dedo gordo del pie. Y la sangre y el aceite significaban la sangre de Cristo y las gracias del Espíritu, que constituyen y completan la belleza de la santidad y nos recomiendan a Dios.

La carne del sacrificio, con la ofrenda de carne adjunta, también se dividió entre Dios y ellos, para que (para hablar con reverencia) Dios y ellos festejaran juntos, en señal de amistad y compañerismo.

Continúa después de la publicidad
Continúa después de la publicidad