El incienso que se quemaba sobre el altar de oro se preparaba igualmente con especias dulces, aunque no tan raras y ricas como las que componen el aceite de la unción. Esto se preparaba una vez al año, (dicen los judíos) una libra por cada día del año y tres libras por el día de la expiación. Cuando se usaba, debía ser golpeado muy pequeño; así agradó al Señor herir al Redentor, cuando se ofreció a sí mismo en sacrificio de olor grato.

Con respecto a estos dos preparados, se da aquí la misma ley, que no debe hacerse para ningún uso común. Así, Dios conservaría en la mente de las personas una reverencia por sus propias instituciones y nos enseñaría a no profanar ni abusar de ninguna cosa por la cual Dios se da a conocer.

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