Porque: hay una perfecta armonía entre las segundas causas en su dependencia y sujeción al único Dios infinito, sabio, bueno, santo y justo. El espíritu de Dios dirige a todas las criaturas, superiores e inferiores, para que sirvan al propósito divino. Los acontecimientos no están determinados por la rueda de la fortuna, que es ciega, sino por las ruedas de la providencia, que están llenas de ojos.

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