Abraham vivió treinta y cinco años después del matrimonio de Isaac, y todo lo que se registra acerca de él durante ese tiempo se encuentra aquí en muy pocos versículos: no escuchamos más acerca de las extraordinarias apariciones de Dios a él, ni de las pruebas de él; porque todos los días aun de los más grandes santos no son días eminentes, algunos se deslizan silenciosamente, y ni vienen ni van con observación: tales fueron estos últimos días de Abraham.

Tenemos aquí un relato de sus hijos por Keturah, otra esposa, que se casará después de la muerte de Sara. Había enterrado a Sara y se había casado con Isaac, los dos queridos compañeros de su vida, y ahora estaba solo; su familia quería una institutriz y no le convenía estar así solo; por lo tanto, se casa con Keturah, probablemente el jefe de sus sirvientas, nacido en su casa o comprado con dinero. De ella tuvo seis hijos, en quienes se cumplió en parte la promesa hecha a Abraham acerca del gran aumento de su posteridad. La fuerza que recibió por la promesa aún permanecía en él, para mostrar cuánto la virtud de la promesa excede el poder de la naturaleza.

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