Jacob vivió diecisiete años después de su llegada a Egipto, mucho más allá de sus propias expectativas: diecisiete años había alimentado a José, porque era tan viejo cuando se lo vendió, y ahora, diecisiete años José lo alimentó. Observe cuán bondadosamente ordenó la Providencia los asuntos de Jacob; que cuando era viejo, y menos capaz de soportar los cuidados y la fatiga, tenía menos ocasión para ello, estando bien provisto por su hijo sin su propio pronóstico.

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