Los trasladó a las ciudades, los trasplantó para mostrar el poder soberano del faraón sobre ellos y que, con el tiempo, pudieran olvidar los títulos de propiedad de sus tierras y reconciliarse más fácilmente con su nueva condición de servidumbre. Por más duro que parezca haber sido esto para ellos, ellos mismos lo percibieron como una gran bondad, y agradecieron que no se los usara peor.

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