Los reinos: que adoraban a sus propios ídolos y en vano imaginaban que podían protegerlos de mi poder. Él llama ídolos a los dioses de las naciones, sin excepción de Jerusalén, a modo de desprecio, porque ninguno de ellos pudo librar a su pueblo de sus manos, y porque los juzgó como dioses insignificantes, muy inferiores al sol, que era el dios de los asirios.

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