Ningún día como ese - Es decir, en aquellas partes del mundo en las que aquí habla, en vano, por lo tanto, es esa objeción, que los días son más largos cerca de los polos norte y sur, donde son constantemente más largos en ciertas estaciones, y que por el orden de la naturaleza; mientras que la duración de este día fue puramente contingente y concedida por Dios en respuesta a la oración de Josué. El Señor escuchó a un hombre, es decir, de tal manera que alteraría el curso de la naturaleza y de los cuerpos celestes, de modo que el hombre pudiera tener más tiempo para perseguir y destruir a sus enemigos.

El Señor luchó - Esto se agrega como la razón por la que Dios estaba tan dispuesto a responder a la petición de Josué, porque estaba resuelto a luchar por Israel, y eso de una manera más que ordinaria. Pero este maravilloso milagro fue diseñado para algo más que para dar luz a Israel para destruir a los cananeos. Fue diseñado para convencer y confundir a los idólatras que adoraban al sol y a la luna, demostrando que también éstos estaban sujetos al mandato del Dios de Israel: como también para significar que en los últimos días, cuando el mundo fue cubierto con las tinieblas, el sol de justicia, nuestro Josué, debería levantarse y ser la verdadera luz del mundo.

A lo que podemos agregar, que cuando Cristo conquistó a nuestros enemigos en la cruz, el milagro obrado en el sol fue al revés. Luego se oscureció, como si bajara al mediodía. Porque Cristo no necesitó la luz del sol para completar su victoria: por eso hizo de las tinieblas su pabellón.

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