Sus tiendas de campaña, es decir, a sus viviendas establecidas. Aunque el afecto que sentían por sus familias no podía sino hacerlos muy deseosos de regresar, sin embargo, como buenos soldados, no se moverían hasta que tuvieran órdenes de su general. Así que, aunque deseamos estar en casa con Cristo por mucho tiempo, debemos quedarnos aquí hasta que nuestra guerra se complete, esperar la debida descarga y no anticipar el momento de nuestra expulsión.

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