Como incircunciso, es decir, como inmundo, no para ser comido, sino desechado. Este precepto fue útil, para los árboles mismos, que crecieron mejor y más rápido, siendo despojado temprano de esos frutos, que de otra manera hubieran quitado mucha más fuerza del árbol. Para los hombres, tanto porque la fruta era entonces menos saludable, como porque por medio de ella se les enseñó a los hombres a refrenar sus apetitos; una lección de gran utilidad y absoluta necesidad en una vida santa.

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