El Gran Sacrificio del Redentor

-- Hebreos Nueve --

En Hebreos nueve, el escritor continúa mostrando que Cristo, como Sumo Sacerdote, es superior al sumo sacerdote judío. Él es el "Mediador" de un mejor pacto. En este capítulo observamos el verdadero significado del sacrificio de Jesús. Esta sección de las Escrituras ofrece una comparación de nuestro Redentor con el sacerdote del Antiguo Testamento. El caso es que lo Viejo era sólo una figura de lo verdadero.

Aquí tenemos una descripción del tabernáculo y de algunos de los utensilios que estaban en el servicio del tabernáculo. Se nos permite echar un vistazo al servicio rendido una vez al año por el sumo sacerdote judío. Todo esto era un símbolo de la entrada de Cristo en el lugar santísimo del cielo en nuestro nombre.

Jesucristo, el Hijo de Dios, (1) Perteneció a un tabernáculo más perfecto, (2) Ofreció sangre más perfecta, y (3) Entró en un Lugar Santo más perfecto. Él no ofreció la sangre de toros y machos cabríos, sino Su propia sangre. Con su propia sangre preciosa entró en el lugar santísimo del cielo. La sangre de Cristo hizo lo que la sangre de toros y machos cabríos no pudo hacer: quitó el pecado. Su sangre no sólo remite los pecados de los que viven en el presente, sino que se extiende hacia atrás, a los que vivieron en épocas pasadas, y también quita los pecados de quienes obedecieron a Dios en aquellas épocas antiguas.

Era necesario que el Mediador del nuevo pacto derramara Su sangre. La ofrenda hecha por nuestro Redentor fue una sola vez para todo sacrificio. Está establecido que el hombre muera una vez; y así Cristo murió una sola vez. Jesús no dejó de existir cuando murió. Él aparecerá por segunda vez para recibir, para salvación eterna, a todos los que verdaderamente lo aman y esperan su venida.

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