Ver 21. Mas he aquí, la mano del que me entrega está conmigo sobre la mesa. 22. Y en verdad el Hijo del hombre se va, como estaba determinado; pero ¡ay de aquel hombre por quien es entregado! 23. Y comenzaron a preguntarse entre ellos, quién de ellos era el que debía hacer esto.

AGO. Cuando nuestro Señor hubo dado la copa a sus discípulos, volvió a hablar de su traidor, diciendo: Mas he aquí la mano del que me entrega, etc.

TEOFILO. Y esto dijo no sólo para mostrar que sabía todas las cosas, sino también para declararnos su propia bondad especial, en que no dejó nada sin hacer de aquellas cosas que le correspondían hacer; (porque Él nos da ejemplo, que aun hasta el final debemos emplearnos en redimir a los pecadores;) y además para señalar la bajeza del traidor que se avergonzó de no ser Su huésped.

CHRYS. Sin embargo, aunque participó del misterio, no se convirtió. Es más, su maldad se vuelve aún más terrible, tanto porque bajo la contaminación de tal diseño, llegó al misterio, ya que esa venida no mejoró, ni por temor, ni por gratitud, ni por respeto.

BEDA; Y, sin embargo, nuestro Señor no lo señala especialmente, no sea que, al ser descubierto tan claramente, solo se vuelva más desvergonzado. Pero Él arroja la acusación sobre los doce para que el culpable se vuelva al arrepentimiento. También proclama su castigo, que el hombre en quien la vergüenza no ha prevalecido, pueda ser enmendado por la sentencia que se le ha dictado. De aquí se sigue: Y verdaderamente va el Hijo del hombre, &c.

TEOFILO. No como incapaz de preservarse a sí mismo, sino como determinando por sí mismo sufrir la muerte por la salvación del hombre.

CHRYS. Porque, pues, Judas, en las cosas que de él están escritas, obró con mal propósito, para que nadie le tuviera por inocente, por ser ministro de la dispensación. Cristo añade: ¡Ay de aquel hombre por quien es entregado!

BEDA; Pero ¡ay también de aquel hombre que, acercándose indignamente a la mesa de nuestro Señor, siguiendo el ejemplo de Judas, entrega al Hijo, no ciertamente a los judíos, sino a los pecadores, es decir, a sus propios miembros pecadores! Aunque los once Apóstoles sabían que nada meditaban contra su Señor, no obstante, porque confían más en su Maestro que en sí mismos, temiendo sus propias enfermedades, preguntan por un pecado del que no tenían conciencia.

AGO. Cuando nuestro Señor hubo dado la copa a sus discípulos, volvió a hablar de su traidor, diciendo: Mas he aquí la mano del que me entrega, etc.

TEOFILO. Y esto dijo no sólo para mostrar que sabía todas las cosas, sino también para declararnos su propia bondad especial, en que no dejó nada sin hacer de aquellas cosas que le correspondían hacer; (porque Él nos da ejemplo, que aun hasta el final debemos emplearnos en redimir a los pecadores;) y además para señalar la bajeza del traidor que se avergonzó de no ser Su huésped.

CHRYS. Sin embargo, aunque participó del misterio, no se convirtió. Es más, su maldad se vuelve aún más terrible, tanto porque bajo la contaminación de tal diseño, llegó al misterio, ya que esa venida no mejoró, ni por temor, ni por gratitud, ni por respeto.

BEDA; Y, sin embargo, nuestro Señor no lo señala especialmente, no sea que, al ser descubierto tan claramente, solo se vuelva más desvergonzado. Pero Él arroja la acusación sobre los doce para que el culpable se vuelva al arrepentimiento. También proclama su castigo, que el hombre en quien la vergüenza no ha prevalecido, pueda ser enmendado por la sentencia que se le ha dictado. De aquí se sigue: Y verdaderamente va el Hijo del hombre, &c.

TEOFILO. No como incapaz de preservarse a sí mismo, sino como determinando por sí mismo sufrir la muerte por la salvación del hombre.

CHRYS. Porque, pues, Judas, en las cosas que de él están escritas, obró con mal propósito, para que nadie le tuviera por inocente, por ser ministro de la dispensación. Cristo añade: ¡Ay de aquel hombre por quien es entregado!

BEDA; Pero ¡ay también de aquel hombre que, acercándose indignamente a la mesa de nuestro Señor, siguiendo el ejemplo de Judas, entrega al Hijo, no ciertamente a los judíos, sino a los pecadores, es decir, a sus propios miembros pecadores! Aunque los once Apóstoles sabían que nada meditaban contra su Señor, no obstante, porque confían más en su Maestro que en sí mismos, temiendo sus propias enfermedades, preguntan por un pecado del que no tenían conciencia.

ALBAHACA; Porque así como en las enfermedades corporales hay muchas de las cuales los afectados no son sensibles, sino que más bien ponen fe en la opinión de sus médicos, que confiar en su propia insensibilidad; así también en las enfermedades del alma, aunque un hombre no es consciente del pecado en sí mismo, debe confiar en aquellos que pueden tener más conocimiento de sus propios pecados.

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