David inmediatamente piensa en el arca (ver Salmo 132 ). Consulta con los capitanes de los millares de Israel para traerlo de vuelta entre ellos. Amante del pueblo, y amado por él, actúa con y para él: pero su celo estaba aún demasiado ligado a su espíritu guerrero; y, mientras se entregaba al gozo, no consideró suficientemente los caminos de Jehová.

Imita sin duda los medios por los cuales Dios se había glorificado a sí mismo, cuando el arca cayó en manos de los filisteos. Estos tenían toda la razón en no tener nada que ver con eso, y en dejar que Dios actuara y testificara de Sí mismo, que Él era el Dios de toda la creación, ejerciendo un poder que domina la naturaleza en Sus criaturas. Esta fue la fe en los filisteos; pero no fue fe en Uza tocar el arca.

Entre el pueblo de Dios es Su palabra la que debe dirigir. Dios puede actuar en soberanía fuera de todo esto; pero aquí la palabra manda. Pérez-Uzza es testigo de que no se puede descuidar con impunidad, y que el orden de Su casa en medio de Su pueblo es cosa que Él les hará reverenciar. Fue por haber fallado en esta reverencia que el gozo de David se convirtió en tristeza y temor; pero la casa de Obed-edom fue, no obstante, una prueba de que la presencia de Dios ciertamente trae bendición.

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