El siguiente comentario cubre los Capítulos 1 y 2.

No obstante, la piedad y los sentimientos piadosos (y por lo tanto generosos) eran genuinos en David. No pretendió sentir pena por las desgracias de Saúl y luego apoderarse del reino sin arrepentimiento tan pronto como Saúl dejó de existir. El corazón de David se derritió mucho cuando se enteró de la muerte de Saúl. ¡Ay del hombre duro de corazón que, impulsado por la esperanza de la recompensa, creyó ser portador de buenas nuevas anunciándoselas!

Cualesquiera que fueran las desgracias de Saúl, él era el rey de Israel para David. Cualesquiera que fueran sus defectos, fue un rey desafortunado. David había sido amado por él, y había morado en su casa, donde la aflicción del rey se manifestaba, y merecía el respeto de todos los que lo rodeaban. Y si Saúl había perseguido injustamente a David, en este momento fue fácilmente olvidado. Ahora que ha caído, David sólo recordará lo que pueda honrarlo; y, sobre todo, que son los ungidos de Jehová, y el pueblo de Jehová, los que han caído ante sus enemigos.

David hace matar al hombre que, engañado por el egoísmo, se acusaba de carecer de todo temor de Jehová, de todo sentimiento bueno y generoso. Porque David teme a Dios; y el ungido de Jehová es precioso delante de sus ojos. Luego derrama su corazón ante Dios con los acentos conmovedores de un dolor que, en un lenguaje solemne y conmovedor, recuerda todo lo que exaltaría a Saúl y expresa los recuerdos tiernos y afectuosos que sugiere su corazón.

¡Hermosa exhibición de los frutos del Espíritu de Dios! David no se desanima de ninguna manera, porque su fe está en acción. Si esta desgracia lo aflige, también le da la oportunidad de protegerse contra una calamidad similar. Les ordenó que enseñaran a los hijos de Judá el uso del arco, arma con la cual mataron a Saúl. David, todavía humilde, sigue bien. Le pregunta a Jehová si debe subir a Judá, ya qué lugar; y Jehová lo dirige. David testifica también a los hombres de Jabes-galaad su satisfacción por su conducta con respecto a Saúl.

Sin embargo, la guerra aún no ha cesado; si no contra los enemigos de fuera, se lleva a cabo contra los de dentro. Lo que estaba relacionado con la importancia carnal de Saúl no puede apoyar a David. Sin embargo, ahora todo ha cambiado, porque Is-boset no era el ungido de Jehová, y hacerlo rey era de hecho rebelarse contra Dios. David le hace la guerra con sus capitanes.

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