El siguiente comentario cubre los capítulos 1, 2, 3 y 4.

Examinemos un poco más de cerca estos Capítulos, que muestran los dolores que tomó el Espíritu para poner ante los ojos de la gente todos los motivos que podrían inducirlos a andar fielmente en la carrera que ahora tenían por delante.

Comienza con la narración de lo que había ocurrido desde la estancia de los hijos de Israel en el Sinaí; y Moisés les recuerda el mandamiento de salir de ese lugar y de ir al monte de los amorreos, [1] para subir y poseer la tierra. Llegan allí y, desalentados por los espías, no suben; luego, tratando de hacerlo sin Dios, son heridos ante sus enemigos. Pasando por las fronteras de Esaú y Moab, Dios les da la tierra de Sehón y de Og.

También aprendemos aquí que, aunque sancionado por Dios, el envío de espías fue el efecto de la incredulidad entre el pueblo, una lección instructiva. Dios puede permitir, y hasta ahora sancionar, un curso, humanamente sabio, en Sus caminos: Su gobierno, que sin embargo da el fruto de la incredulidad que está en su raíz. En una palabra, Moisés les recuerda, en general, lo que había sucedido en el camino que los llevó a entrar en la tierra de la que habían de tomar posesión: la paciencia y la bondad de Dios.

Al recordarles a Horeb, insiste en el privilegio que habían disfrutado en la cercanía de Dios, quien Él mismo les había hablado de en medio del fuego, cuando no veían semejanza; sobre la autoridad de la palabra -su majestad- excluyendo así todo pensamiento de idolatría. Les muestra que todos los que eran mayores de edad habían perecido a causa de su incredulidad; que él mismo no podía entrar en esa buena tierra; que Dios es un Dios celoso, fuego consumidor; y que, si hicieran alguna imagen tallada, perecerían por completo de la tierra a la que estaban a punto de entrar, y serían esparcidos entre las naciones y dejados para servir a los dioses que habían amado; que, sin embargo, encontrarían a Dios si lo buscaran de todo corazón, porque Él es un Dios misericordioso, que no los desampararía; que si el Sinaí hubiera sido el resplandor de su majestad, también era cierto que un Dios de tanta majestad nunca se había dignado acercarse tanto a un pueblo elegido y escogido por amor a sus padres. Tal es la base del gobierno de este pueblo.

Moisés aparta tres ciudades de refugio, como señal de posesión, por parte de Dios, de lo que estaba de este lado del Jordán. Estos cuatro Capítulos son introductorios.

Nota 1

Es interesante juntar el segundo y el tercer verso. Para un viaje de once días, Israel tardó cuarenta años. ¡Pobre de mí! ¡Cuántas veces nos sucede así a causa de nuestra infidelidad!

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