Pase lo que pase, tienen que pasar por aquello que pone fe a prueba; pero su camino está ordenado por la voluntad de Dios, y su fe se apoya en Él. En este caso tuvieron que esperar; pero el tiempo de Dios vendría; y eso, no por medio de un mero decreto del rey gentil: Dios les levanta un estímulo mucho más precioso de otra parte. Aunque el pueblo había estado sujeto a los gentiles, Dios seguía siendo supremo; Su palabra sigue siendo de autoridad suprema para Su pueblo, cada vez que Él se digna a hablarles.

Si es necesario, Él puede disponer los corazones de los reyes para sostenerlo. En todos los casos Su pueblo debe seguirlo, sin buscar otro motivo, u otra ayuda. Hageo y Zacarías son enviados de Dios y profetizan entre el pueblo. Estas comunicaciones inmediatas de Dios fueron de valor infinito, como siempre lo es Su palabra; y aunque no cambiaron la posición del pueblo con respecto a los gentiles, fueron una prueba conmovedora de que Dios estaba interesado en su pueblo, y que, cualesquiera que fueran sus aflicciones, el Dios de Israel estaba sobre todo lo que tenía poder para oprimirlos.

He dicho que el pueblo estaba obligado a esperar. Así fue tan pronto como recibieron el decreto que les prohibía seguir construyendo. Pero pasaron muchos años antes de que llegara esta prohibición; y me parece evidente, al examinar las profecías que arrojan tanta luz sobre la historia contemporánea, y al comparar sus fechas, que fue la falta de fe en el remanente lo que fue el verdadero estorbo.

Había adversarios en la tierra que los atemorizaron, y así impidieron su edificación. Parece que los judíos no se atrevieron a continuar. Sus adversarios contrataron consejeros en la corte persa para frustrar el propósito de los judíos. Pero lo primero fue que los adversarios debilitaron las manos del pueblo. No fue hasta dos reinados después que se obtuvo la prohibición; pero los judíos habían dejado de construir por temor a sus adversarios (comparar Esdras 4:4 ; Esdras 4:21 y Esdras 5:1 , con Hageo 1:1-2 ; Hageo 1:4 ; Hageo 2:15 ).

No fue porque les fue traído el edicto del rey que comenzaron de nuevo a edificar, sino porque temieron a Jehová, y no temieron la orden del rey, como viendo al Invisible ( Hageo 1:12-13 ). Dios no era más temible en el reinado de Darío que en el de Ciro o el de Artajerjes; pero la fuente de su debilidad fue el haber olvidado a Dios. Esto pone de manifiesto la gran gracia de Dios al despertarlos por boca de Hageo. Dios hasta entonces había castigado también al pueblo.

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