Jeremias 31:1-40

1 “En aquel tiempo, dice el SEÑOR, yo seré el Dios de todas las familias de Israel; y ellos serán mi pueblo.

2 Así ha dicho el SEÑOR: Cuando Israel iba en pos de su reposo, el pueblo que había sobrevivido de la espada halló gracia en el desierto”.

3 El SEÑOR me ha aparecido desde hace mucho tiempo, diciendo: “Con amor eterno te he amado; por tanto, te he prolongado mi misericordia.

4 Otra vez he de edificarte, y serás edificada, oh virgen de Israel. Otra vez serás adornada con tus panderos y saldrás en las danzas de los que se regocijan.

5 Otra vez plantarás viñas en los montes de Samaria, y los que las planten gozarán del fruto.

6 Porque habrá un día en que gritarán los guardias en la región montañosa de Efraín: ‘¡Levántense, y subamos a Sion, al SEÑOR, nuestro Dios!’ ”.

7 Porque así ha dicho el SEÑOR: “Regocíjense con alegría a causa de Jacob, y griten de júbilo ante la cabeza de las naciones. Proclamen, alaben y digan: ‘¡Oh SEÑOR, salva a tu pueblo, al remanente de Israel!’.

8 “He aquí, yo los traigo de la tierra del norte, y los reuniré de los confines de la tierra. Entre ellos vendrán los ciegos y los cojos, la mujer encinta y la que da a luz. Como una gran multitud volverán acá.

9 Vendrán con llanto, pero con consuelo los guiaré y los conduciré junto a los arroyos de aguas, por un camino parejo en el cual no tropezarán. Porque yo soy un Padre para Israel, y Efraín es mi primogénito”.

10 ¡Oh naciones, escuchen la palabra del SEÑOR y háganlo saber en las costas lejanas! Digan: “El que dispersó a Israel lo reunirá y lo guardará, como el pastor guarda su rebaño”.

11 Porque el SEÑOR ha rescatado a Jacob; lo ha redimido de mano del que es más fuerte que él.

12 Vendrán y darán alabanza en la cumbre de Sion. Correrán hacia la bondad del SEÑOR: al grano, al vino nuevo, al aceite y a las crías de las ovejas y de las vacas. Su vida será como huerto de riego; nunca más volverán a languidecer.

13 “Entonces la virgen se regocijará en la danza, y los jóvenes y los ancianos juntamente. Porque transformaré su duelo en regocijo; los consolaré y los alegraré en su dolor.

14 Colmaré de abundancia el alma del sacerdote, y mi pueblo se saciará de mi bondad”, dice el SEÑOR.

15 Así ha dicho el SEÑOR: “Voz fue oída en Ramá; lamento y llanto amargo. Raquel lloraba por sus hijos, y no quería ser consolada por sus hijos, porque perecieron”.

16 Así ha dicho el SEÑOR: “Reprime tu voz del llanto y tus ojos de las lágrimas, porque tu obra tiene recompensa, dice el SEÑOR. Ellos volverán de la tierra del enemigo.

17 Hay esperanza para tu porvenir; tus hijos volverán a su territorio, dice el SEÑOR.

18 “Ciertamente yo he oído a Efraín que se lamentaba diciendo: ‘Me azotaste, y fui castigado como novillo indómito. Hazme volver, y volveré; porque tú eres el SEÑOR mi Dios.

19 Porque después de desviarme, me arrepentí; y después de darme cuenta, golpeé mi muslo. Fui avergonzado y también afrentado, porque he llevado el oprobio de mi juventud’.

20 “¿Acaso no es Efraín un hijo querido para mí? ¿Acaso no es un niño precioso? Porque cada vez que hablo contra él, lo recuerdo más. Por eso mis entrañas se enternecen por él. Ciertamente tendré misericordia de él, dice el SEÑOR.

21 “Levanta señales, pon indicadores de caminos. Pon atención al camino principal, el camino por el cual caminaste. Vuelve, oh virgen de Israel; vuelve a estas tus ciudades.

22 ¿Hasta cuándo andarás de un lado para otro, oh hija rebelde? Pues el SEÑOR hará una novedad en la tierra: La mujer rodeará al hombre”.

23 Así ha dicho el SEÑOR de los Ejércitos, Dios de Israel: “Cuando yo los restaure de su cautividad, dirán otra vez estas palabras en la tierra de Judá y en sus ciudades: ‘¡El SEÑOR te bendiga, oh morada de justicia, oh monte santo!’.

24 Y habitarán juntos en ella Judá y todas sus ciudades, los labradores y los que se desplazan con los rebaños.

25 Porque he de saciar al alma fatigada, y he de llenar a toda alma que languidece”.

26 En esto desperté y vi que mi sueño había sido placentero.

27 “He aquí que vienen días, dice el SEÑOR, en que sembraré la casa de Israel y la casa de Judá con simiente de hombres y con simiente de animales.

28 Sucederá que como he vigilado sobre ellos para arrancar, desmenuzar, arruinar, destruir y hacer daño, así vigilaré sobre ellos para edificar y plantar, dice el SEÑOR.

29 “En aquellos días no dirán más: ‘Los padres comieron las uvas agrias, y los dientes de los hijos sufren la dentera’;

30 sino que cada cual morirá por su propio pecado. Los dientes de todo hombre que coma las uvas agrias sufrirán la dentera.

31 “He aquí vienen días, dice el SEÑOR, en que haré un nuevo pacto con la casa de Israel y con la casa de Judá.

32 No será como el pacto que hice con sus padres el día que los tomé de la mano para sacarlos de la tierra de Egipto, mi pacto que ellos invalidaron, a pesar de ser yo su señor, dice el SEÑOR.

33 Porque este será el pacto que haré con la casa de Israel después de aquellos días, dice el SEÑOR: Pondré mi ley en su interior y la escribiré en su corazón. Yo seré su Dios, y ellos serán mi pueblo.

34 Ya nadie enseñará a su prójimo ni nadie a su hermano, diciendo: ‘Conoce al SEÑOR’. Pues todos ellos me conocerán, desde el más pequeño de ellos hasta el más grande, dice el SEÑOR. Porque yo perdonaré su iniquidad y no me acordaré más de su pecado”.

35 Así ha dicho el SEÑOR, quien da el sol para luz del día, y la luna y las estrellas para luz de la noche, el que agita el mar de manera que rugen sus olas — el SEÑOR de los Ejércitos es su nombre — :

36 “Si esas leyes faltaran delante de mí, dice el SEÑOR, entonces la descendencia de Israel dejaría de ser nación delante de mí perpetuamente”.

37 Así ha dicho el SEÑOR: “Si se pueden medir los cielos arriba y se pueden explorar los cimientos de la tierra abajo, entonces yo desecharé toda la descendencia de Israel por todo lo que hicieron, dice el SEÑOR.

38 “He aquí que vienen días, dice el SEÑOR, en que la ciudad será edificada para el SEÑOR desde la torre de Hananeel hasta la puerta de la Esquina.

39 El cordel de medir irá directamente hasta la colina de Gareb, y dará la vuelta hacia Goa.

40 Todo el valle de los cadáveres y de las cenizas, y todas las terrazas hasta el arroyo de Quedrón, hasta la esquina de la puerta de los Caballos, al este, estará consagrado al SEÑOR. Nunca más será arrancada ni destruida”.

El siguiente comentario cubre los Capítulos 31 y 32.

Pero no sería solamente Judá, a quien fueron dirigidas las profecías de Jeremías, la que debería ser restaurada; todas las familias de Israel deberían disfrutar de esta bendición. Jehová debe ser su Dios, ellos deben ser Su pueblo. Unas pocas palabras bastarán para fijar la atención del lector en esta hermosa profecía. Todas las tribus están allí, pero todas en renovada relación con Sión. Es una liberación obrada por el Señor, y por lo tanto es completa. Su disfrute no se ve obstaculizado por la debilidad.

Es una liberación que derrite el corazón y produce lágrimas y súplicas, pero que quita todo motivo de lágrimas, excepto la gracia. No se afligirán más; su alma será como huerto de riego; serán saciados del bien de Jehová. Efraín se ha arrepentido, y Dios le hará sentir que nunca lo ha olvidado. El Señor siempre ha recordado a Su hijo descarriado; Judá será morada de justicia y monte de santidad.

Esto será por un nuevo pacto, no por el que se hizo cuando salieron de Egipto. La ley estará escrita en su corazón; todos conocerán a Jehová; y ninguno de sus pecados será recordado más. Si Dios anulara las ordenanzas de la creación, entonces, dice, Israel será desechado por todo lo que ha hecho. Finalmente el Señor declara en detalle la restauración de Jerusalén.

Agregaría que en Jeremias 31:22 solo veo debilidad. Israel, débil como una mujer, poseerá y vencerá toda fuerza, viendo que la fuerza se manifiesta en lo que es la misma debilidad.

Estos dos Capítulos dan en general el testimonio profético de la restauración de Israel. el capítulo 32 lo aplica a las circunstancias de los judíos sitiados en Jerusalén; tomando ocasión, de la ruina que evidentemente los amenazaba por la presencia de Nabucodonosor, para anunciarles los infalibles consejos de Dios en gracia hacia ellos. Jeremías había declarado que la ciudad debía ser tomada, y Sedequías llevó cautivo.

Pero Jehová le había hecho comprar un campo, en prueba de que el pueblo seguramente regresaría. Señala la iniquidad del pueblo y de la ciudad desde el principio; pero ahora que, desesperados por el pecado, su ruina les parecía inevitable, Jehová declara no sólo un regreso del cautiverio, sino la plena eficacia de su gracia. Él daría unidad de corazón a la gente, para que puedan servirle para siempre.

Su relación con Dios como su pueblo debe establecerse plenamente según el poder de un pacto sempiterno. Jehová se regocijará en hacerles bien. Los plantaría en la tierra con todo su corazón y con toda su alma. Era Él quien había traído todo este mal en el juicio, y era Él quien traería todo el bien que había prometido.

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