El último capítulo (27) trata de los derechos y designaciones de Dios en todo lo que se relaciona con las cosas que le están dedicadas por medio del sacerdocio. Esto necesariamente encuentra su lugar en lo que trata del sacerdocio; pero tiene, no lo dudo, un significado mucho más amplio. El tema tratado es el del que se consagra a Dios, y el de las tierras que le pertenecen, de los derechos de Israel, de quien no era posesión, y de su venta a otros.

En cuanto a Cristo, se ofreció a sí mismo sin mancha a Dios; Fue valorado a bajo precio. Israel por derecho pertenecía a Jehová. Como tierra de Emanuel, los israelitas sólo disfrutaban de la tierra sin ser propietarios, y sólo podían empeñarla hasta el jubileo; luego volvería a su poseedor como la tierra de Emmanuel. Israel (visto como poseedor del don de Dios) no habiéndolo redimido al ser vendido al extranjero, cuando llegue el jubileo la tierra será absolutamente del Señor; el sacerdote la poseerá.

En Zacarías 11 se valora así a Cristo, "a quien los hijos de Israel apreciaban". Sólo señalo el principio presentado en el capítulo, sin pretender entrar en todos los detalles de aplicación que puedan sugerirse. El principio es lo importante para permitirle a uno entender el propósito de Dios; en el caso de cualquier voto, sea redimido o no; o de la tierra, si volverá en el día del jubileo, cuando Dios tomará de nuevo posesión de sus derechos en la tierra de Israel, y hará entrar a aquellos a quienes corresponde.

Así, el gobierno de Dios, que resulta en Su regreso en gracia a Su promesa incondicional y propósito [terrenal], se nos da en el capítulo 26, y el título absoluto de Jehová en el capítulo 27. El capítulo 26 es, de hecho, un paréntesis que muestra los caminos de Dios, con retorno a Su promesa en gracia; capítulo 25 la redención del hombre, si pudiere, o de su pariente; capítulo 27 Título absoluto de Dios.

Debe observarse también que el juicio es según el juicio del sacerdote. Pero aunque esto se atribuya al sacerdote, es al rey en Jeshurun ​​(el recto) a quien se le confía la apreciación. Esto muestra claramente quién debe hacerlo y bajo qué carácter, aunque sea de acuerdo con el discernimiento, la gracia y los derechos del sacerdocio. Es Cristo como Sacerdote, pero Cristo como Rey en Israel, quien ordenará todo eso.

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