Jesús dijo: "Aprended la lección que os ofrece la higuera. Tan pronto como sus ramas se vuelven tiernas y echa sus hojas, sabéis que el verano está cerca. Así también vosotros debéis saber, cuando veáis que suceden estas cosas, que el fin está cerca a las puertas. Esta es la verdad que les digo: esta generación no pasará hasta que estas cosas sucedan. El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras nunca pasarán.

Pero de aquel día y de aquella hora nadie sabe, ni aun los ángeles en el cielo, ni aun el Hijo, nadie sino el Padre. Estén alerta, estén despiertos, estén orando, porque no saben cuándo es el tiempo. Es como cuando un hombre se va al extranjero, y deja su casa, y pone a sus sirvientes a cargo, y ordena al portero que vigile. Entonces, ¡estén atentos! Porque no sabéis cuándo viene el dueño de la casa, si tarde en la noche, a medianoche, al canto del gallo, o al amanecer. ¡Reloj! por si viene de repente y te encuentra durmiendo. Lo que te digo a ti, se lo digo a todos: ¡estén alerta!"

Hay tres cosas especiales a tener en cuenta en este pasaje.

(i) A veces se sostiene que cuando Jesús dijo que estas cosas iban a suceder dentro de esta generación, estaba en un error. Pero Jesús tenía razón, porque esta frase no se refiere a la Segunda Venida. No pudo cuando la siguiente oración dice que no sabe cuándo será ese día. Se refiere a las profecías de Jesús sobre la caída de Jerusalén y la destrucción del Templo y se cumplieron abundantemente.

(ii) Jesús dice que no sabe el día ni la hora en que volverá. Hubo cosas que incluso él dejó sin cuestionar en la mano de Dios. No puede haber mayor advertencia y reprensión para aquellos que calculan fechas y horarios en cuanto a cuándo vendrá de nuevo. Seguramente es nada menos que una blasfemia que investiguemos lo que nuestro Señor consintió en ignorar.

(iii) Jesús saca una conclusión práctica. Somos como hombres que saben que su amo vendrá, pero que no saben cuándo. Vivimos a la sombra de la eternidad. Esa no es razón para una expectativa temerosa e histérica. Pero significa que día a día nuestro trabajo debe completarse. Significa que debemos vivir de tal manera que no importe cuando él venga. Nos da la gran tarea de hacer que todos los días sean aptos para que Él vea y de estar en todo momento listos para encontrarlo cara a cara. Toda vida se convierte en una preparación para el encuentro con el Rey.

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Empezamos diciendo que este era un capítulo muy difícil, pero que al final tenía una verdad permanente que contarnos.

(i) Nos dice que solo el hombre de Dios puede ver los secretos de la historia. Jesús vio el destino de Jerusalén aunque otros estaban ciegos. Un verdadero estadista debe ser un hombre de Dios. Para guiar a su país, un hombre debe ser él mismo guiado por Dios. Sólo el hombre que conoce a Dios puede entrar en algo del plan de Dios.

(ii) Nos dice dos cosas acerca de la doctrina de la Segunda Venida.

(a) Nos dice que contiene un hecho que olvidamos o ignoramos a nuestro propio riesgo.

(b) Nos dice que la imaginería en la que está revestido es la imaginería del propio tiempo de Jesús, y que especular sobre ella es inútil, cuando Jesús mismo se contentaba con no saber. Lo único de lo que podemos estar seguros es que la historia va hacia alguna parte; hay una consumación por venir.

(iii) Nos dice que, de todas las cosas, olvidarse de Dios y sumergirse en la tierra es la más insensata. El hombre sabio es aquel que nunca olvida que debe estar listo cuando llega el llamado. Si vive en ese recuerdo, para él el fin no será el terror, sino el gozo eterno.

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