Confirma el decreto anterior haciendo referencia a la naturaleza de Dios mismo; porque la condición vil y abyecta de aquellos con quienes tenemos que hacernos, nos hace lesionarlos con mayor desenfreno, porque parecen estar completamente desiertos. Pero Dios declara que su suerte infeliz no es obstáculo (102) para que les administre ayuda; en la medida en que no tiene en cuenta a las personas. Por la palabra persona se entiende esplendor u oscuridad, y apariencia externa, como se le llama comúnmente, como lo recogemos de muchos pasajes. En resumen, Dios se distingue de los hombres, que se dejan llevar por la apariencia externa, para mantener a los ricos en honor y a los pobres en desprecio; favorecer lo bello o lo elocuente, y despreciar lo indecoroso. Προσωποληψία es, por lo tanto, un juicio injusto, que nos desvía de la causa misma, cuando nuestras mentes se ven perjudicadas por lo que no debe tenerse en cuenta. Por lo tanto, Cristo nos enseña que un juicio es justo, que no se basa en la apariencia, (Juan 7:23), ya que la verdad y la justicia nunca prevalecen, excepto cuando atendemos el caso en sí. De ello se deduce que los despreciables no están afectados por la impunidad, porque aunque pueden ser destituidos de la ayuda humana, Dios, que se sienta en lo alto, "respeta a los humildes". (Salmo 138:6.) Con respecto a los extraños, Dios prueba que se preocupa por ellos, porque es amable al preservarlos y vestirlos; y luego se aduce nuevamente una razón especial, que los israelitas, cuando antes eran extranjeros en Egipto, necesitaban la compasión de los demás.

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