14. Y lo será, si no te deleitas en ella. Me he visto obligado a separar esta oración del contexto anterior que he explicado en otra parte; (161) para Moisés allí dio instrucciones de cómo una mujer cautiva debía ser llevada a esposa si su belleza atraía a un esposo judío. Esa ley se refería a la castidad y la fidelidad conyugal, y especialmente a la pureza de la adoración de Dios; pero ahora Moisés prescribe que, si un hombre ha deshonrado a una mujer cautiva, no debe venderla, sino dejarla en libertad, y con esta satisfacción eliminar, o en cualquier caso disminuir, la lesión. Por lo tanto, inferimos que esta regla de justicia depende del octavo mandamiento. Que nadie defraude a otro. Esta condición era al menos tolerable para el cautivo; porque, aunque la castidad es un tesoro especial, la libertad, que justamente se llama una bendición inestimable, no fue un consuelo insignificante para ella. La pena, entonces, de la lujuria, era que el conquistador perdiera su botín.

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