1. Y será cuando vengas. Se ordena a los israelitas que ofrezcan sus primicias, por la misma razón que pagarían el tributo por cada alma; a saber, que pudieran confesar que ellos mismos, y todo lo que tenían, pertenecían a Dios. Esta era la única distinción, que el tributo era un símbolo de su emancipación, para que pudieran reconocerse como libres, como redimidos por la misericordia especial de Dios; pero por las primicias testificaron que la tierra era tributaria de Dios, y que no eran dueños de ella por ningún otro título que como inquilinos a voluntad, de modo que la soberanía directa y la propiedad de la misma permanecían solo con Dios. Este, entonces, era el objeto de los primeros frutos, que podrían renovar cada año el recuerdo de su adopción; porque la tierra de Canaán les fue dada como su herencia peculiar, en la cual debían adorar a Dios en piedad y santidad, y al mismo tiempo reflejar que Dios no los alimentó promiscuamente, como los gentiles, sino como niños; de donde también su comida era sagrada. Pero tendremos que volver a hablar en otra parte de las primicias, en la medida en que formaban parte de las oblaciones; sin embargo, era necesario insertar aquí su objeto principal, para que supiéramos que fueron designados para ser ofrecidos por la gente, en piadoso reconocimiento de que su comida fue recibida de Dios, y mostrar que, al estar separados de otras naciones, estaban depende solo del Dios de Israel.

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