22. Estas palabras hablaron el Señor. Para que no haya dudas acerca de la autoridad de la ley, y que el pueblo no pueda menospreciarla, Moisés recuerda a su memoria que la presencia de Dios, tal como la pronunció, se manifestó con certeza; porque este era el objeto del fuego, las nubes y la oscuridad, por medio de las cuales se señalaba la voz de Dios, para que su origen no fuera oscuro. Agrega, que era "una gran voz", es decir, una voz que, de manera no esperada, había penetrado por todas partes. Tampoco son pocos los testigos, a quienes cita, sino toda esa vasta multitud, que en su mayor parte habría estado más dispuesta a extinguir la gloria de Dios, a menos que se hubiera dado a conocer allí mediante pruebas manifiestas. La suma es que no hay duda de quién fue el Legislador, cuya majestad fue proclamada por tremendos prodigios y presentada ante los ojos de una inmensa multitud. Será más conveniente hablar en otro lugar de las dos tablas. Cuando Moisés declara que Dios "no agregó más", significa que una regla de vida perfecta está contenida en los diez mandamientos, y que, cuando su instrucción se recibe completamente, se alcanza todo el cuerpo de sabiduría, de modo que la gente necesita busca no saber más; entonces, cuando Dios terminó de hablar, él mismo estableció los límites de la investigación legítima.

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